Con el Motu proprio Desiderio Desideravi, el Papa Francisco vuelve a proponer el estudio del ars celebrandi, poniendo en cuestión modelos de presidencia que adolecen de exagerada creatividad o rigidez, en los que se evidencia una forma de personalismo, donde el sacerdote tiende a sustituir al Resucitado como presencia central. Tal limitación patológica crea un gran malestar en la asamblea celebrante porque corta las alas de la partecipatio actuosa. [1]Son situaciones en las que el sacerdote se cree dueño de la misa que preside . Es el caso de un sacerdote que olvida, o nunca supo, porque no tuvo suficiente formación litúrgica en el seminario. El ejemplo es el de los jóvenes sacerdotes tradicionalistas que carecieron de formación teológica a la luz de los documentos del Vaticano II, estudiando los cuales habrían descubierto que el ars celebrandi (AC), por su propia naturaleza, está inserto en dos aspectos de la teología del Vaticano II: en primer lugar en la teología de la comunión de L.G., pero también en la teología litúrgica de S.C..
A este respecto, quisiera proponeros dos textos litúrgicos: se trata de los compromisos que los presbíteros asumen durante la liturgia de su Ordenación y también de los que acompañan la entrega del pan y del vino. En efecto, el obispo pronuncia las siguientes palabras: ¿Queréis celebrar con devoción y fidelidad los misterios de Cristo según la tradición de la Iglesia, especialmente el sacrificio eucarístico en el sacramento de la reconciliación para alabanza de Dios y salvación del pueblo? (Ordenación del obispo de presbíteros y diáconos, (=OVPD) Roma, 1992 n. 137).
Y cuando entregó las ofrendas del pan y del vino a los ordenados, dijo: recibid las ofrendas del pueblo santo, para el sacrificio eucarístico, tened presente lo que vais a hacer, imitad lo que vais a celebrar, conformad vuestra vida al misterio de la cruz de Cristo Señor. (OVPD 181).
En estas dos expresiones, tomadas del Rito de Ordenación del obispo, los presbíteros y los diáconos, se destacan tres verbos que traducen y pueden representar el escaneo de la AC: conocer, celebrar, imitar. Estos tres verbos son las premisas del tema de los Ritos de Introducción.
CONOCIMIENTO: la AC nos recuerda la importancia del conocimiento, de la teología litúrgica.
CELEBRAR: ser fiel a las secuencias rituales, fiel a lo que se celebra (lo que el rito media) a quién se celebra (el tipo de asamblea que se reúne cada cierto tiempo) a cómo se celebra (gestos, palabras, espacios, tiempos, actores y cosas, sonidos y olores, emociones y sentidos). Recuerda: EL MENSAJE NO ES PROPIEDAD DEL SACERDOTE.
IMITACIÓN: la acción celebrativa configura la vida y el ministerio del presbítero. La anamnesis litúrgica se convierte en mímesis existencial. [2]Es decir, el recuerdo del ejemplo de Cristo servidor (anamnesis) que se convierte en mímesis (imitación) .
Los ritos que preceden a la Liturgia de la Palabra, es decir, la antífona de entrada, el saludo, el acto penitencial, el kyrie eleison, el Gloria y la oración (o Colecta) tienen un carácter de introducción y preparación (OGMR 46/a).
La finalidad de estos ritos es que los fieles, reunidos, formen una comunidad y se dispongan a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía. (OGMR 46/b).
El significado mistagógico de los ritos de introducción.
[3]Cuando el pueblo se ha reunido , mientras el sacerdote hace su entrada con el diácono y los ministros, comienza el canto de entrada (OGMR 47/a). Se trata de una doble fase de movimiento y canto que implica a toda la asamblea y a todo el espacio. Abarca desde la puerta de la sacristía hasta la mesa.
En su forma más solemne, el Misal Romano prevé la procesión del introito compuesta de la siguiente manera: el turiferario con el incensario y el relicario; el crucificador y dos acólitos con velas; un diácono o, en su ausencia, un lector que lleva solemnemente el evangeliario. Siguen los distintos ministros que ocuparán cada uno su lugar asignado en el presbiterio.
Desde un punto de vista mistagógico, el introito se presta a una triple lectura: cristológica, eclesiológica y escatológica.
Lectura mistagógica como podemos leer los ritos de introducción. En esta procesión hacia el altar podemos discernir tres matices diferenciados:
el primer matiz es ciertamente el del Introito (o antífona de entrada) que es cristológico: la presencia de Cristo en medio de la asamblea, que remite a la entrada de Cristo en la historia; la entrada de Cristo en Jerusalén; la presencia de Cristo en medio de los suyos.
El segundo matiz es el de una lectura eclesiológica, porque desde el principio el introito revela una comunidad cristiana unida y articulada en sus diferentes carismas y ministerios (cf. N. CABASILLAS, Comentario a la Divina Liturgia).
El cortejo procesional permite también una escansión y gradualidad de los ministerios.
La procesión hacia el altar nos recuerda la dimensión escatológica: la peregrinación de la Iglesia a través del tiempo hacia la Jerusalén celestial.
(a) El canto introductorio.
El canto del introito inicia la celebración y debe estar en sintonía con el tempo litúrgico, el acto celebrativo, la capacidad del coro para acompañar la procesión del introito y fomentar la unidad de la asamblea celebrante. El himno de entrada debe tener una textura musical en sintonía con la progresión de la procesión del introito (OGMR 47/b).
[4]No se puede cantar una canción mariana a la entrada, o una canción que no exprese el momento que la asamblea está celebrando .
b) El saludo del comedor.
El otro elemento de los ritos de presentación es el saludo en la mesa. Los gestos que componen este elemento están vinculados a la semántica del altar: como signo de Cristo; altar del sacrificio; mesa del banquete; centro de la acción de gracias.
La proa profunda.
La reverencia termina con un primer gesto de veneración por parte de todos los que participaron en la procesión introductoria.
Una vez en el presbiterio, el sacerdote, el diácono y los ministros saludan al altar con una profunda reverencia (OGMR 49/a). Estamos ante una eminencia semejante a Cristo.
2. El beso. (OGMR 49/b)
El segundo gesto de veneración es el beso que indica relacionalidad, afecto, nupcialidad (C. VALENZIANO, L’anello della sposa, Qiqajon, Magnano (VC), 1993.), esponsalidad. Se puede pensar en el primer beso que el obispo dio al altar el día de su consagración.
3. La incensación expresa reverencia y oración, como se indica en la Sagrada Escritura. (cf. Sal 140,2; Ap 8,3). OGMR 276.
c) Saludo a la asamblea.
El saludo litúrgico a la asamblea nos remite a la dimensión del protagonismo: pueblo de Dios reunido en el nombre de Cristo en el Espíritu. Síntesis del misterio trinitario que se realiza en Cristo (OGMR 50).
Esto nos revela la presencia del Resucitado. Cristo se hace compañero, explica la palabra y comparte el pan. Desaparece de la vista y es otra presencia.
La introducción, muy breve, debe estar preparada y no debe ser una homilía corta (OGMR 51).
d) El acto penitencial es personal y comunitario. La absolución no es sacramental. Las fórmulas se eligen con .la debida preparación, teniendo en cuenta el tiempo litúrgico (OGMR 51).
e) El Gloria es un himno de antigua tradición a la gloria de Dios. El Gloria es un himno que debe ser respetado en su forma original. En algunas formas es adecuado en forma alternada entre schola y asamblea. No puede ser sustituido por otro himno. (OGMR 53).
f) La Colecta es una oración que el que preside realiza en nombre de todos. Da carácter a la celebración, a la teología del tiempo litúrgico o del sanctoral.
Su estructura es la de la invocación inicial dirigida al Padre, o en recuerdo de un acontecimiento de salvación, con el fin de rezar. Se trata de una composición lineal que debe respetarse, al igual que la composición ritual.
Cuatro reglas de oro:
En la quinta parte trataremos de la liturgia de la Palabra.
Por el P. Giorgio Bontempi C.M.
[1] Me refiero a los casos en los que el diácono está presente en una celebración y, si no hay otro lector adecuado, el diácono proclama las otras lecturas además del Evangelio (OGMR 176); En la Liturgia de la Eucaristía: mientras el sacerdote permanece en la sede, el diácono prepara el altar (…), le corresponde cuidar de los vasos sagrados (…). Presenta la patena con el pan que se va a consagrar, vierte el vino y un poco de agua en el cáliz (…) y lo presenta al sacerdote. Esta preparación puede hacerse en el aparador (OGMR178).
[2] Recordemos que si celebramos la liturgia como una de tantas cosas que hay que hacer, porque no es mágica, no sólo no nos ayuda a vivir nuestro bautismo, sino que nos aleja del seguimiento del Señor. Muchas actitudes se entienden…..
[3] Es evidente cómo la mistagogía señala que la asamblea es el sujeto celebrante. Las OGMR invitan a los sacerdotes a no celebrar solos (OGMR 253).
[4] El canto constituye el modo de expresión de la asamblea para vivir el momento que se celebra. Por eso, la elección de los cantos debe hacerse con cuidado. ¡No se canta porque hay que cantar…..! Sino que se canta para expresar lo que se celebra y para vivir lo que se celebra.