Epifanía Del Señor

La Epifanía celebra la manifestación de Jesús a todas las naciones, representada por el homenaje de los Magos. Descubra los orígenes históricos, el significado espiritual y el mensaje profético de esta solemnidad, que invita a los cristianos a ser auténticos testigos de la fe y de la acción del Espíritu Santo.

Breve historia de Epifanía

En Occidente, salvo en Roma, la celebración de la Epifanía el 6 de enero es anterior a la fiesta de la Natividad. A finales del siglo IV (300 d.C.), en Jerusalén, tenía por objeto el nacimiento de Cristo. Pero no es seguro que inicialmente, en Oriente, tal objeto fuera exclusivo. De hecho, sería muy difícil explicar por qué, tras la introducción de la Navidad en Oriente, la Epifanía se orientó hacia el bautismo de Cristo. La razón es que la Epifanía ya celebraba ampliamente -en el culto pagano- la manifestación de la divinidad. Al parecer, la fiesta de Navidad se introdujo en Oriente hacia 430, pero sólo durante un tiempo. De hecho, un escrito del siglo VI (500 d.C.) atestigua que en Jerusalén se celebraba el nacimiento de Cristo en Epifanía, y el de David y Santiago el 25 de diciembre. A partir de 567 – 568, la fiesta de Navidad se celebra junto a la de Epifanía.

En Constantinopla y toda Asia Menor, no hay vestigios de la Epifanía antes de finales del siglo IV. La fiesta de las luces, o Epifanía, celebra la Natividad. Tras la introducción de la fiesta de Navidad como tal, la fiesta de las luces celebraba el bautismo de Cristo.

En Egipto, la Epifanía, de la que no tenemos memoria antes del siglo IV, tiene dos objetos: celebra a la vez el bautismo de Cristo y su nacimiento.

Cuando se introdujo la fiesta de Navidad, alrededor del año 432, la fiesta del bautismo de Cristo se celebraba el 6 de enero.

La fiesta de Navidad procede de Roma y arraiga con fuerza en todo Oriente, hacia finales del siglo IV. Así, la fiesta del Bautismo del Señor se celebra el 6 de enero. Pero, ¿por qué se eligió la fecha del 6 de enero? Por una carta de San Epifanio sabemos que varias ciudades de Egipto y Arabia celebraban una fiesta en honor de Aion, hija de la virgen Core, y que esta fiesta estaba relacionada con el solsticio de invierno. Además, algunos autores paganos, como Plinio el Joven, y cristianos, como Epifanio o Juan Crisóstomo, se refieren a ciertos prodigios ocurridos el 5 de enero: agua de manantial convertida en vino; agua que, extraída ese día, no se corrompía. Parece que la Iglesia quiso sacralizar, cristianizándolos, estos prodigios.

Hacia 383 sabemos que la fiesta de Epifanía no se celebra en toda Italia y no tiene la misma solemnidad que la Navidad. En cambio, en Galia y España, la solemnidad de Epifanía se instaura a finales del siglo IV.

En Occidente hay tres objetos propios de la Epifanía: en este día se celebran la visita de los Magos, el bautismo de Cristo y las bodas de Caná, que se cantan en la antífona del Magnificat del día, aunque las iglesias de Oriente y Occidente no los celebran juntos, sino que cada una hace hincapié en uno de estos aspectos.

 

Meditatio

 

Hoy, en la fiesta de la Epifanía, celebramos la manifestación del Señor a todos los pueblos. Esto significa que Dios quiso, en Cristo, compartir la vida del género humano y no de un solo pueblo, como pensaban los judíos en tiempos de Jesús. Recordemos que, cuando se escribieron los cuatro evangelios, san Pablo ya estaba en el cielo y la Iglesia primitiva estaba formada en su mayoría por comunidades cristianas formadas por paganos.

Los Magos representan precisamente a esas comunidades: la raza inferior que acepta el Evangelio, mientras que Israel, que se consideraba la raza superior, el pueblo de Dios, rechaza, salvo una minoría, el Evangelio porque, en lugar de a Dios, adora sus propias tradiciones.

También hoy, en el seno de la Iglesia sucede esto, de lo contrario no tendríamos las dificultades que encontramos para evangelizar el rico mundo occidental y seguir a los profetas que están en medio de nosotros y que no se sientan en los primeros puestos, sino que, sabiéndose obreros en la obra del Espíritu Santo, hacen que sea el Espíritu quien emerja y no ellos, por eso es necesario tener ojos que vean la acción del Espíritu en el seno de la Iglesia y que la hagan progresar en el camino del seguimiento de Cristo, a pesar de las dificultades.

Todo cristiano debe ser profeta en el ambiente en que vive, pero para ser profeta no hay que ser arribista y pensar en la propia fama, pues Cristo aborrecía todo eso.

 

Por el P. Giorgio Bontempi c.m.

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