El proceso de beatificación y canonización

El proceso de beatificación y canonización representa un camino riguroso y bien definido, a través del cual la Iglesia Católica reconoce oficialmente la santidad de sus miembros. Para los misioneros de la Congregación de la Misión, este proceso adquiere una importancia particular, ya que subraya y realza el carisma vicenciano de dedicación a los pobres y de servicio apostólico.

Este proceso, articulado en fases precisas, verifica la santidad de la vida del candidato, la heroicidad de sus virtudes, la fama de los signos o la fama de martirio y la autenticidad de los milagros atribuidos a su intercesión. A continuación, presentamos esquemáticamente las principales fases:

Los actores de la causa

El proceso de beatificación y canonización en la Iglesia católica involucra a varios sujetos, cada uno con roles bien definidos. El actor promueve la causa y asume la responsabilidad moral y económica.

El protagonista principal es el Postulador de la causa, encargado en nombre del mismo actor de promover y seguir cada fase del procedimiento ante las autoridades diocesanas, o en la Fase Romana ante el Dicasterio de las Causas de los Santos. Otras figuras clave son el obispo de la diócesis competente, el promotor de justicia, el notario encargado del registro oficial de los actos, los testigos oculares y los expertos cualificados en teología, historia y medicina, que analizan en detalle la vida y obra del candidato. Cada figura tiene la tarea de garantizar la objetividad, transparencia y precisión del proceso.

La investigación diocesana

La fase inicial de este proceso se lleva a cabo a nivel diocesano, bajo la autoridad del obispo local en la diócesis donde el candidato, llamado «siervo de Dios», ha pasado su vida o ha fallecido. Durante esta investigación, se recogen testimonios directos, documentos y escritos que demuestren la fama de santidad o martirio y las virtudes heroicas atribuidas al Siervo de Dios. Esta fase requiere precisión, escrupulosidad y la aplicación rigurosa de los procedimientos canónicos establecidos por la Iglesia. Una vez finalizada la fase diocesana del Proceso, toda la documentación se transmite al Dicasterio de las Causas de los Santos en la Santa Sede para una evaluación en profundidad.

El Iter de la Causa en Roma

Una vez recibidos los documentos en Roma, el Dicasterio de las Causas de los Santos inicia un análisis en profundidad de la documentación proporcionada. Expertos cualificados examinan cuidadosamente las pruebas recogidas en la diócesis, verificando su validez y exhaustividad. Al final de este análisis, se elabora una «Positio», un dossier completo y detallado que sintetiza con precisión toda la información relevante sobre la vida, las virtudes heroicas y, si procede, el martirio del candidato. La Positio representa un documento esencial para el resto del proceso.

El Siervo de Dios es declarado Venerable

Posteriormente, la Positio se somete al examen minucioso de un colegio de teólogos y cardenales que evalúan la heroicidad de las virtudes o la autenticidad del martirio. Si reconocen su validez y heroicidad, presentan al Santo Padre una recomendación positiva para la promulgación del Decreto de «Venerabilidad». Dicho decreto sanciona oficialmente la heroicidad de las virtudes vividas por el Siervo de Dios, reconociendo su relevancia para la vida espiritual de la Iglesia.

La investigación diocesana sobre un milagro atribuido al Siervo de Dios

Para proceder a la beatificación, excepto en el caso del martirio, es necesario documentar al menos un milagro ocurrido por intercesión del Siervo de Dios, generalmente una curación científicamente inexplicable: instantánea, completa y duradera. La diócesis en la que ocurrió el presunto milagro inicia una nueva investigación diocesana, recopilando pruebas médicas detalladas, testimonios directos e informes científicos que demuestren lo inexplicable del fenómeno según los conocimientos médicos actuales.

Aprobación del milagro en Roma

Una vez concluida la investigación diocesana sobre el milagro, los documentos se envían de nuevo al Dicasterio para las Causas de los Santos, donde una comisión de expertos médicos, teólogos y cardenales evalúa el caso con rigor y precisión. Si la autenticidad del milagro se confirma de manera inequívoca, el Dicasterio recomienda al Papa que proceda a la beatificación.

Proclamación de la beatificación por parte del Santo Padre

Con la proclamación oficial, el Papa declara al Siervo de Dios «Beato», autorizando su culto público circunscrito a la diócesis o a la familia religiosa de referencia. La celebración de la beatificación representa un momento solemne y de gran importancia para toda la comunidad eclesial involucrada.

Un segundo milagro para la canonización

Para llegar a la canonización, es decir, a la proclamación oficial de la santidad con culto universal, excepto en el caso del beato mártir, es necesario un segundo milagro, ocurrido después de la beatificación. Este milagro también debe ser objeto de una investigación rigurosa y detallada para confirmar su validez.

Cónclave para la canonización

Tras la aprobación del segundo milagro, el Papa convoca un Consistorio, es decir, una reunión formal con los cardenales, durante la cual se establece la fecha oficial de la ceremonia de canonización. Este paso institucional subraya aún más la solemnidad e importancia de la proclamación final.

La canonización

La canonización es el acto definitivo y solemne por el cual el Papa proclama al beato «santo» durante una celebración litúrgica oficial. A partir de ese momento, el santo es reconocido y venerado universalmente en toda la Iglesia católica, convirtiéndose en un modelo de fe, caridad y virtud cristiana para todos los fieles del mundo.

 

Fuentes:

Nuevos procedimientos en los ritos de beatificación (2005)
SANCTORUM MATER: Instrucción para el desarrollo de las investigaciones diocesanas o eparquiales sobre las causas de los santos (2007)
Normas que deben observarse en las investigaciones diocesanas sobre las causas de los santos
Constitución Apostólica de Su Santidad Juan Pablo II Divinus Perfectionis Magister (1983)

 

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