Me siento muy honrado de poder compartir con vosotros esta reflexión dentro del segundo encuentro de obispos vicentinos, en el marco de las celebraciones de los 400 años de la fundación de la Congregación de la Misión. Frente a un auditorio tan eminente uno hablaría con “temor y temblor” como diría Soren Kierkegaard, pero el común amor a san Vicente de Paul y a la Congregación nos pone en un grato clima fraterno.
Podemos decir que pocos presbíteros conocieron tantos obispos como san Vicente. Pero aún podemos decir más, debe ser uno de los presbíteros que más obispos ayudó a elegir. E incluso, sin promoverse jamás al episcopado, cosa que le hubiera costado bien poco. De hecho, rechazó formalmente el ofrecimiento que le hizo la reina regente Ana de Austria de elevarlo a cardenal.[1]
Asimismo, podemos señalar que escasos presbíteros resolvieron tantos problemas a los obispos como Vicente de Paúl. Solucionó inconvenientes de todo tipo: pastorales, éticos espirituales, canónicos, económicos, políticos, etc. Los servicios que el Sr. Vicente hizo a los obispos también los extendió a un grupo considerable de cardenales.
Pero también los obispos aportaron mucho a nuestro fundador. Sus frecuentes diálogos con ellos, el haber sido paño de lágrimas de muchos epíscopos, le ayudó a ver los reales problemas de la Iglesia,[2] así como varias de sus soluciones, como por ejemplo, el dar un particular tipo de retiro a los que se iban a ordenar. Si bien Vicente de Paúl era conocido y valorado por su obra caritativa y evangelizadora, su actividad con los obispos como secretario en el Consejo de Conciencia de la reina regente, terminó de darle un alcance verdaderamente nacional a su propuesta renovadora.
Si sistematizamos la experiencia del Sr. Vicente con los obispos, sorpresivamente nos hallamos con una bella enseñanza sobre el episcopado. Es decir, través de su vida de diálogo cada vez más fluido con los obispos, así como sus diversas actividades en tantas diócesis, más su oración y reflexión sobre el tema, va generando una espiritualidad del episcopado.
En este orden de cosas, no es de extrañar que su primera biografía haya sido escrita por un obispo, Luis Abelly.
Por una cuestión de tiempo de los 4 puntos de este estudio, me voy a referir solo a uno: “La doctrina vicentina sobre el episcopado”. Les adelanto que su ideal de obispo está basado en la doctrina del concilio de Trento, así como en sus lecturas de la Escritura Santa y la Patrística. Además, de las largas charlas con personas de Dios sobre este tema y su propio trabajo con los obispos.
P. Andrés R. M. Motto, CM
[1] DODIN, André. El Señor Vicente visto por su secretario Luis Robineau, CM. Teruel. Fe y Vida. 1995. 158-159.
[2] Un Obispo le escribe en 1643: “La desolación extrema que encuentro en el clero de mi diócesis y mi incapacidad para ponerle remedio, me han obligado a recurrir a usted, cuyos sentimientos y ardientes deseos de restaurar la vida eclesiástica en donde se encuentra decaída o destrozada, son bien conocidos”. E. S. II, 309. Otro obispo le escribe en 1656, quizás con cierta exageración: “Si exceptuamos al canónigo experto en Sagradas Escrituras de mi iglesia, no conozco a ningún sacerdote de mi diócesis que puede desempeñar ningún cargo eclesiástico. Puede usted deducir de ello la gran necesidad que tenemos de buenos obreros. Le conjuro a que me deje su misionero para que nos ayude con los ordenados”. E. S. VI, 53.