Queridísimos cohermanos,
queridísimos miembros de la Familia Vicenciana, hermanos todos en el Señor:
El pasado 3 de junio fui informado de que el Santo Padre León XIV me había nombrado Obispo Auxiliar de la Archidiócesis de Braga (Portugal). San Vicente de Paúl nos enseñó a confiar en la Divina Providencia, y precisamente por eso, con temor y temblor, he aceptado esta nueva misión que la Iglesia me confía. Desde el primer momento, quiero asumir este servicio con una actitud de total confianza en Dios.
Agradezco al Sumo Pontífice la confianza que ha querido depositar no solo en mi persona, sino también en la Congregación de la Misión, de la cual formo parte, al llamarme al episcopado y asociarme al Colegio de los sucesores de los Apóstoles.
Mientras me preparo para dejar mi función como Asistente General de la Congregación de la Misión, quiero dar las gracias al padre Tomaz, nuestro Superior General, por su amistad y su presencia inspiradora. Ha sido un honor formar parte de este equipo guiado por ti, padre Tomaz. También quiero agradecer a los Asistentes Generales, al Secretario General, al Ecónomo General, así como al padre Sergio, superior de esta comunidad, y al padre Salvatore, Director de la Oficina de Comunicación de la Congregación, por su apoyo y su amistad.
Para mi futura labor pastoral, tomaré como ejemplo su dedicación y el testimonio de tantos misioneros que he tenido el privilegio de conocer en las Provincias que he visitado.
Dirijo un saludo a S.E. Mons. José Cordeiro: será para mí una alegría poder colaborar con él, con los sacerdotes, los diáconos, los consagrados, las consagradas y todas las realidades eclesiales de nuestra Archidiócesis, viva y rica en historia, fe y caridad.
Como lema episcopal he escogido “Ut vitam habeant” – Jn 10,10 – (“Para que tengan vida”), porque creo que uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo es la promoción y la defensa de la vida.
La Buena Noticia de Jesucristo es una oferta de “vida en plenitud” para todos, sin excepción. Dios se hizo hombre para dar vida a la vida. La experiencia religiosa, vivir la fe en comunidad, no sofoca la vida, sino que la hace crecer y la potencia, haciéndola generativa y llena de sentido. El mensaje del Evangelio despierta lo mejor de cada ser humano, y por eso, merece la pena dar la vida por esta causa.
Queridos miembros de la Familia Vicenciana, me encomiendo a vuestras oraciones para que pueda ser siempre acogedor y misericordioso, especialmente con los pobres, nuestros Señores y Dueños, y con todos los necesitados.
Confío esta nueva respuesta —este fiat— a la intercesión de San Vicente de Paúl y de la Reina de los Apóstoles.
Mons. Nélio Pereira Pita, CM
