DISCERNIMIENTO – Purificar motivaciones cuando muchos jóvenes quieren responder al llamado

El discernimiento vocacional es el arte sutil y exigente de purificar las motivaciones más profundas, para reconocer la voz de Dios que llama a cada joven a la plenitud de su existencia. Solo en el silencio interior y en la luz del Espíritu, el hombre puede descubrir el camino auténtico de su libertad y madurar opciones valientes por el bien de la Iglesia y del mundo.

 

Antes de profundizar más en este tema y su importante aplicación en la vida, resulta necesario presentar en este punto un concepto o significado más general del discernimiento.

Según Marcozzi, el discernimiento es lo que determina nuestra voluntad antes de decidirla. Así decimos que el discernimiento está directamente vinculado a la voluntad humana y en consecuencia a sus decisiones y elecciones (del ser humano). También podemos decir que es una acción que proviene del interior del ser humano, sin embargo, siempre es una acción condicionada ya que existen varios elementos de discernimiento.

Más que simplemente elegir, decidir, deliberar, el discernimiento es un proceso libre y comprometido de búsqueda y descubrimiento para distinguir diligentemente cuál se cree que es el mejor camino.

En concreto, el discernimiento está asociado a la “búsqueda de la voluntad de Dios”. Por tanto, es un proceso definido y elaborado que realiza una persona para buscar y descubrir la voluntad de Dios. Según Rupnik, el discernimiento es expresión de una inteligencia contemplativa, es un arte que presupone saber contemplar, ver a Dios.

El ser humano existe porque Dios le habló, lo llamó a la existencia, llamándolo a ser su interlocutor. La vocación es la palabra que Dios dirige al hombre y que hace existir imprimiéndole la huella dialógica. Se puede decir que la vocación precede a la persona misma. El hombre puede entender su vida como un tiempo que se le ha dado para este diálogo con Dios. Si el hombre es creado por la conversación con Dios, y por tanto está llamado a hablar, expresarse, comunicar, responder, el tiempo del que dispone puede entenderse como el tiempo para cumplir su vocación.

El discernimiento se define, por tanto, como el arte mediante el cual el hombre comprende la palabra que se le dirige y, en esta palabra, abre el camino que debe seguir para responder a la Palabra. La vocación, entonces, no es un proceso automático, sino un proceso de maduración de las relaciones, a partir de ese fundamento con Dios.

En todo momento, el ser humano es interpelado por sí mismo, por los demás y por todo lo que lo rodea, es decir, siempre está “llamado” a elegir, a tomar decisiones, en definitiva, a hacer discernimiento.

Algunas suposiciones de discernimiento

Generalmente, la persona que inicia un proceso de “discernimiento espiritual”, es decir, de vivir según el Espíritu Santo, según la voluntad de Dios, es movida por un deseo de correspondencia, siente que necesita, de alguna manera, responder. a las diversas mociones, que necesita “’saber claramente’, ‘distinguir’, ‘juzgar’ y ‘decidir’ cuál es el mejor camino a seguir”, pero quiere y desea dar respuestas coherentes a sí mismo, a Dios, a los demás personas, al mundo, de acuerdo con lo que se cree, en la fe, que es la voluntad de Dios.

La Libertad

El discernimiento espiritual ayuda en el proceso de toma de decisiones. Por eso decimos que el discernimiento tiene el poder de determinar la voluntad humana. De hecho, los caminos que se creen mejores deben ser elegidos con mucha libertad, porque cuando falta este talento, lo que antes era una búsqueda de la voluntad de Dios se convierte en una búsqueda de lo que más me agrada, lo que, para mí, creo. para ser el mejor.

El Autoconocimiento

 ¡El autoconocimiento es una herramienta valiosa! Conocernos a nosotros mismos nos permite seguir un camino verdadero y recto hacia la voluntad de Dios. Y para conocerlo el ser humano necesita profundizar en su ser más íntimo, porque allí habita Dios con toda su intensidad.

Purificar motivaciones

Dice el Papa Francisco en Cristus Vivit, nº 285: “A la hora de discernir la propia vocación, hay varias preguntas que uno debe plantearse. No deberíamos empezar por preguntarnos dónde podríamos ganar más dinero, dónde podríamos obtener más fama y prestigio social, pero tampoco deberíamos empezar por preguntarnos qué tareas nos darían más placer. Para no equivocarnos es necesario cambiar de perspectiva, preguntándonos: ¿Me conozco a mí mismo, más allá de las apariencias o de mis sensaciones? ¿Sé qué es lo que alegra o entristece mi corazón? ¿Cuáles son mis fortalezas y debilidades? Y, poco después, surgen otras preguntas: ¿Cómo puedo servir mejor y ser más útil al mundo y a la Iglesia? ¿Cuál es mi lugar en esta tierra? ¿Qué podría ofrecer a la sociedad? Y enseguida surgen otras muy realistas: ¿Tengo las habilidades necesarias para prestar este servicio? Si no, ¿podré adquirirlos y desarrollarlos?”.

Estas preguntas, dice también el Papa, deben plantearse no tanto en relación a uno mismo y a las propias inclinaciones, sino en relación a los demás, para ordenarlos, de modo que el discernimiento encuadre la propia vida en relación con los demás. (Cristu vivit, 286)

ESPÍRITU SANTO EL AGENTE

Cuando Dios nos llama a cumplir su voluntad, ciertamente nos llama a algo posible, dentro de nuestra realidad como personas. Señalamos también que nuestra adhesión a su llamada tiene prioridad en Dios mismo, porque, siendo amor, quiere y desea comunicarse con nosotros. Y precisamente porque comunica tenemos la posibilidad de conocer sus proyectos, sus sueños, sus anhelos. De ahí que digamos que Dios nos coloca y se pone en el centro de nosotros mismos para conocer su bondad y voluntad. El Espíritu Santo actúa como sintonizador entre la acción de Dios y mi respuesta.

P. Calisto Roberto Chauque, CM

Comentar

Artículos relacionados