El 1 de noviembre, la Iglesia celebra la «multitud inmensa» que nadie puede contar: no solo los santos de los altares, sino la santidad discreta de quienes, día tras día, se dejan moldear por el Evangelio. Desde la perspectiva vicenciana, esta fiesta es el día de las Bienaventuranzas vividas: la santidad no como una cima inalcanzable, sino como un camino concreto de caridad «afectiva y efectiva», de humildad laboriosa, de cercanía a los pobres que son «nuestros señores y amos».

El 24 de octubre, la Familia Vicenciana recuerda al padre Amado García Sánchez, mártir de Gijón, ejemplo de fe, valentía y caridad hasta el final. Misionero entre los pobres y guía espiritual de los jóvenes, decidió permanecer junto a sus hermanos en tiempos de persecución. Su vida es una invitación a vivir la esperanza que no huye ante el mal.

El 23 de octubre, la Familia Vicenciana recuerda al padre Giovanni Battista Manzella, el «trompetista de Cristo», apóstol de la caridad en Cerdeña. Misionero incansable, predicó con sencillez y alegría, fundando obras de fe y servicio a los pobres. Un corazón humilde, encendido por el amor a Dios y a los más desfavorecidos.

El 23 de octubre, la Familia Vicenciana recuerda al P. José María Fernández Sánchez, misionero y mártir de la fe. Profesor, formador y hombre de oración, afrontó la persecución con serenidad y confianza en Dios. Su vida es un himno a la esperanza y a la fidelidad evangélica hasta el final.

San Vicente de Paúl es una de esas figuras que la historia no logra encerrar completamente en sus límites, porque su vida y su obra siguen hablando aún hoy.