En el corazón de una España devastada por la guerra civil, dos misioneros vicentinos ofrecieron su vida por Cristo y por el pueblo: el padre Tomás Pallarés Ibáñez y el padre Vicente Vilumbrales Fuente. Su testimonio, marcado por la humildad, la fidelidad y el amor pastoral, sigue iluminando el camino de los misioneros de hoy.
El padre Tomás Pallarés Ibáñez nació en Iglesuela del Cid (Teruel) el 6 de marzo de 1890. Ingresó en la Congregación de la Misión en 1906, profesó sus votos en 1908 y fue ordenado sacerdote en 1915. Desde sus primeros años mostró un profundo espíritu de sacrificio, una sólida formación doctrinal y un corazón lleno de caridad. En Canarias, en Madrid y luego en el Seminario de Oviedo, donde llegó a ser vicerrector, fue para los jóvenes seminaristas un verdadero padre espiritual: ejemplo de humildad, equilibrio y dedicación silenciosa. Su ministerio estuvo marcado por la fidelidad a la llamada vicenciana: «evangelizar a los pobres y formar buenos sacerdotes», como enseñaba san Vicente de Paúl.
El padre Vicente Vilumbrales Fuente, nacido en Reinoso de Bureba (Burgos) el 5 de abril de 1909, ingresó en la Congregación en 1926 y pronunció sus votos en 1928. Ordenado sacerdote en 1934, vivió con entusiasmo su misión entre los jóvenes del Colegio Apostólico de Guadalajara, donde le alcanzaron la persecución y la muerte gloriosa en 1936, junto a sus hermanos. Su corta vida estuvo llena de celo, serenidad y confianza en Dios: una vida entregada íntegramente al servicio del Evangelio.
Ambos compartieron la misma vocación: seguir a Cristo evangelizador de los pobres y dar testimonio de él hasta el martirio, en el silencio de la fidelidad cotidiana. Sus vidas son un reflejo del espíritu de las Reglas Comunes de la Congregación, que invitan a los misioneros a «estar llenos del espíritu de Jesucristo y seguir sus pasos».
Dios todopoderoso y eterno,
que concediste a tus mártires la gracia de morir por Cristo,
ayúdanos en nuestra debilidad,
para que, como ellos no dudaron en dar la vida por Ti,
también nosotros permanezcamos firmes en profesar tu nombre.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.