El padre José María Fernández Sánchez, C.M., testigo de la fe y la esperanza

El 23 de octubre, la Familia Vicenciana recuerda al P. José María Fernández Sánchez, misionero y mártir de la fe. Profesor, formador y hombre de oración, afrontó la persecución con serenidad y confianza en Dios. Su vida es un himno a la esperanza y a la fidelidad evangélica hasta el final.

«No estemos tristes»: la serenidad del martirio

El 23 de octubre, la Familia Vicenciana celebra la memoria del padre José María Fernández Sánchez, sacerdote de la Congregación de la Misión, hombre de profunda cultura y fe luminosa, asesinado en Madrid en 1936 junto con otros hermanos durante la persecución religiosa en España.

Su rostro sereno, su palabra firme, su corazón manso hablan de una vida consumida en el amor a Dios y en la dedicación al prójimo.

Formado entre Oviedo y Roma, donde obtuvo el doctorado en Teología en el Colegio Leoniano, el padre Fernández fue profesor y formador de generaciones de seminaristas e Hijas de la Caridad. Era un hombre de oración y de estudio, pero sobre todo de presencia: cercano a los que sufrían, atento al crecimiento espiritual de los que le habían sido confiados.

En 1921 partió hacia la India, donde contribuyó a fundar la misión de Cuttack (Orissa). Años de esfuerzo y de siembra, que dejaron una huella profunda. De regreso a España, se dedicó a la formación espiritual de las Hijas de la Caridad, transmitiéndoles el corazón de la vocación vicenciana: la libertad interior, la caridad concreta, la alegría del servicio. Por eso era considerado un verdadero padre, un maestro de vida interior.

La noche de la prueba

En julio de 1936, en plena guerra civil española, fue detenido junto con el P. Roque Guillén y los hermanos Cesáreo Elexgaray y Cristóbal González. Su única culpa era ser sacerdotes, hombres de Dios.

Detenidos en la «Casa de los Capellanes» y luego trasladados a la cárcel de la calle Fomento, fueron sometidos a interrogatorios, amenazas y torturas. Pero su fe no vaciló. En un encuentro con algunas Hijas de la Caridad, el P. Fernández pronunció unas palabras que quedan grabadas como un testamento espiritual:

«No estemos tristes porque nos vemos en las cárceles… Alegrémonos por el bien espiritual que nos aporta este estado».

Murió el 23 de octubre de 1936, fusilado en el cementerio de Vallecas junto con dos sacerdotes y cinco hermanos coadjutores vicencianos. Sus últimas horas fueron de silencio orante y de perdón.

El legado de un corazón libre

El padre José María Fernández fue un hombre que unió la sabiduría del teólogo a la sencillez del misionero. Su fuerza no provenía de las palabras, sino de la tranquila alegría de quien se sabe en manos de Dios.

En su sacrificio se refleja la fidelidad del discípulo y la intuición vicenciana de que «el amor es inventivo hasta el infinito»: él lo vivió inventando caminos de consuelo incluso en la oscuridad de la persecución.

Hoy, su memoria nos invita a no dejarnos vencer por el miedo, sino a vivir la fe como una confianza luminosa, incluso cuando la noche parece más densa. Su sonrisa serena y su voz firme siguen siendo para la Familia Vicenciana una invitación a la perseverancia, a la esperanza y a la caridad.

Oración

Dios todopoderoso y eterno,
que concediste a tus mártires la gracia de morir por Cristo,
haznos fuertes en la prueba y serenos en la fe.
Por intercesión del padre José María Fernández,
danos la gracia de vivir con alegría nuestra vocación cristiana
y de dar testimonio de tu misericordia con humildad y amor.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

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