San Justino de Jacobis: Pastor de corazón abierto, luz para la misión vicenciana

Hoy, 30 de julio, la Familia Vicenciana se une en alegría para celebrar la memoria litúrgica de San Justino de Jacobis. Pastor y misionero, testigo del diálogo y de la caridad, San Justino sigue iluminando el camino de los misioneros con su ejemplo de humanidad y fe inquebrantable. Recordémoslo inspirándonos en su corazón ardiente y en su dedicación al Evangelio y a los pobres.

“El corazón habla al corazón”: así puede resumirse el arte de san Justino de Jacobis, el “pastor de las ardientes llanuras del desierto”, memoria viva de la santidad misionera que la Congregación de la Misión celebra cada 30 de julio. Celebrar su figura significa dejarse interpelar por su testimonio y redescubrir la fuente más auténtica de nuestra vocación vicenciana: una vida entregada, humilde, enraizada en el amor a Cristo y a los pobres, capaz de diálogo verdadero y comunión, incluso en las tierras más difíciles.

Un hombre profundamente humano

San Justino impresionaba por su ternura y compasión. Sus homilías y cartas están llenas de atención, delicadeza y amistad sincera hacia todos: cohermanos, fieles católicos, pero también ortodoxos, protestantes e incluso aquellos que se declaraban sus enemigos. Su humanidad era el puente que abría los corazones: “Era tan humano que llegó a ser querido por el corazón de Dios y de los pobres”st justin de jacobis sh…. Incluso hoy, su tumba sigue siendo meta de quienes lo conocieron o solo han oído hablar de él.

En Justino vemos la santidad que no se refugia en lo extraordinario, sino que se sumerge en la vida cotidiana, afrontando la soledad, el cansancio y las incomprensiones con la fuerza suave del Evangelio. En su misión experimentó a menudo el sufrimiento, incluso dentro de la misma Congregación, pero siempre supo vivir todo como ocasión de don, de reconciliación, de esperanza.

La fuerza del diálogo, el camino de la comunión

La grandeza de san Justino de Jacobis no estuvo en imponer, sino en encontrar al otro. Llegado a Etiopía, no se presentó como quien venía a “convertir a los paganos”, sino como un hermano en busca de unidad entre los cristianos de África y la Iglesia de Roma. Ante una cultura marcada por siglos de cristianismo ortodoxo, desconfianza hacia Occidente, tensiones políticas y religiosas, eligió el camino de la escucha, la estima y el respeto por la tradición localst-justin-de-jacobis.

Su “arte del diálogo” fue la clave de su éxito misionero: “El corazón habla al corazón. Cuando abro la boca, entrego la llave de mi corazón. Vengan y vean que el Espíritu Santo ha plantado en mi corazón un gran amor por los cristianos de Etiopía”. Justino no buscaba “convertir”, sino “unir”, mostrando que la unidad pasa por la amistad, el reconocimiento recíproco, la humildad de aprender de los demás. Supo valorar la liturgia etíope, sus costumbres, el valor de la Biblia y de las antiguas oraciones locales, sin imponer nunca el rito latino. Fue de los pocos que frecuentaban las iglesias ortodoxas para rezar con los hermanos etíopes, ganándose el respeto y la estima incluso de aquellos que jamás abrazarían el catolicismo.

Su testimonio de vida cristiana fue tan transparente que incluso los adversarios, entre ellos el emperador y el líder musulmán que llevó su cuerpo durante días, lo reconocieron como “un hombre bueno, refugio de los pobres y marginados”.

Enraizado en la vocación vicenciana y en la ternura de María

Justino fue profundamente hijo de san Vicente y de la Congregación de la Misión, incluso cuando experimentó el sufrimiento debido a incomprensiones y soledades entre sus propios cohermanos. Jamás dejó de sentirse parte de la familia vicenciana: “La CM es un árbol florecido que da sombra a todos. Necesitamos la resiliencia que De Jacobis vivió tan profundamente”st justin de jacobis sh….

Cada uno de sus pasos estaba confiado a María, la Madre de la Medalla Milagrosa, a quien acudió antes de partir y que sentía siempre presente, guía y sostén en los momentos más difíciles.

Una herencia para los misioneros de hoy

San Justino de Jacobis nos deja una lección plenamente actual: en la misión no cuenta la fuerza de los medios, sino la calidad del amor, la capacidad de ser puente, de hablar el idioma del otro, de hacerse todo para todos con tal de llevar a Cristo.

Hoy, misionero vicenciano, lleva contigo el Evangelio, la Cruz, el Rosario y las Constituciones de la Congregación… pero sobre todo, lleva un corazón que escucha, que abraza, que respeta. Como Justino, déjate guiar por la ternura de María y no temas construir comunión donde parece imposible.

“Conquistó los corazones de los etíopes con su comportamiento auténticamente cristiano”: ¡este sea tu estilo, tu fuerza, tu alegría!
¡Que san Justino interceda por cada uno de nosotros, para que nuestro “corazón de misionero” sea la casa donde todos puedan encontrar paz, esperanza y una chispa de Dios!

¡Feliz fiesta de san Justino de Jacobis!
Que su ejemplo nos ilumine en el camino de la misión, hoy más necesario que nunca.

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