Una llamada (también) para ti: elegir el Evangelio que sale a la calle

Si tienes 16, 20 o 28 años y sientes que la fe no puede permanecer «apagada», la espiritualidad vicenciana te ofrece una brújula sencilla: Jesús que anuncia el Evangelio a los pobres. No es un «sector» de la pastoral: es el estilo de Jesús, para todos, en todo momento. En la Congregación de la Misión, esta brújula se ha convertido en un camino comunitario con tres coordenadas muy claras: crecer en santidad, evangelizar a los pobres, formar servidores del Evangelio.

La vocación no es ante todo «¿qué voy a hacer?», sino «¿para quién soy?». La respuesta evangélica: para Dios y para quienes tienen más dificultades para mantenerse en pie.

Cuando Dios te llama… suceden cosas concretas (1617 → hoy)

San Vicente no recibió una notificación celestial, sino que encontró rostros: anuncio, reconciliación (confesión general), caridad organizada. En esas experiencias comprendió que el Espíritu lo enviaba a los pobres y con los pobres, y que la misión debía realizarse juntos. En las Reglas comunes encontramos los mismos gestos: predicar, partir la Palabra, promover la confesión general, componer las disputas, iniciar la Compañía de la Caridad.

 

(Nota histórica: el «doble shock» de Folleville y Châtillon en 1617 marca el paso de la buena voluntad a la misión estructurada).

Para ti hoy: la llamada se reconoce cuando la fe te saca de ti mismo, te une a personas reales y genera pasos concretos hacia el bien.

¿La regla de vida? Cristo, no las «máximas del mundo».

Vicente es claro: la doctrina de Cristo no engaña; la del mundo es arena. Por eso, la familia vicentina profesa comportarse según las máximas de Cristo, eligiendo primero el Reino y su justicia.

Para los jóvenes en discernimiento: pregúntate cada noche: ¿he elegido hoy como habría elegido Jesús? Si la respuesta es «no siempre», estás en el lugar adecuado: empieza mañana.

Contemplativos en la acción (en serio)

No «activismo», no «espiritualismo»: prácticas de oración sólidas (oración diaria, Eucaristía amada y servida) y salida misionera. Las Reglas prescriben una hora de oración mental al día y un cuidado especial de la Eucaristía, «compendio de los misterios de la fe».

Para ti: incluye en tu agenda tres citas ineludibles: Evangelio, Eucaristía, pobres. Cuando falta una de las tres, la llama se apaga.

La opción concreta: amor afectivo y efectivo

En los textos vicencianos, el amor nunca es abstracto: se toca. Evangelizar a los pobres significa instruir, reconciliar, curar, organizar la caridad, y hacerlo gratuitamente (nadie debe ser una carga).

Para ti: elige un ámbito específico (pobreza educativa, soledad, pobreza energética, presos, personas sin hogar) y quédate ahí: la fidelidad es revolucionaria.

No solos: la forma comunitaria de la misión

Desde el principio, la Misión es comunidad: las palabras y las obras crecen en la fraternidad, la obediencia y la sobriedad. Los «tres fines» son el rastro de un proyecto compartido; la vida en común exige caridad recíproca, uniformidad que custodia la unidad, humildad de servicio.

Para ti: encuentra un grupo con el que rezar, servir, verificar. Nadie se hace santo en modo «aéreo».

Oración del camino (para rezar con las manos abiertas)

Señor Jesús,

Tú has llevado a los pobres la buena nueva.

Pon en mi corazón tu brújula,

hazme amar el altar y el camino,

dame compañeros y guías en el camino,

para que te siga hoy,

con el Evangelio en los labios y en las manos.

Amén.

Porque «vicenciano» es realmente un camino vocacional

El camino vicenciano no es nostalgia del siglo XVII. Es un gimnasio de libertad evangélica: preferencia por los pobres, oración que sostiene la salida, gratuidad, vida fraterna, misiones que regeneran la Iglesia. Es una escuela donde se aprende a no medir la vida en función de «¿qué gano?», sino de «cuánto bien puedo hacer». Para quienes se sienten más llamados, la Misión ofrece una forma de vida plena, para siempre, para Dios y para los pobres.

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